The Swapper

Esta producción independiente ha hecho explotar mi cabeza en mil pedazos con los mejores puzles que he jugado en toda mi vida, al tiempo que se adentra sin miedo en terrenos filosóficos y debates morales como pocas veces se ve en los videojuegos. Brillante, inolvidable. Está disponible en casi todos los sistemas actuales, incluso se puede jugar en PlayStation Vita, pero la precisión y comodidad de un ratón, sobre todo ahora que sé en lo que consiste este juego, me hacen recomendar la versión PC.
Análisis de The Swapper
Cuando se trata de juegos modernos tengo la tendencia a elegir títulos de los que convendría no desvelar muchos detalles. Soy un gran aficionado a esas propuestas e historias fuera de lo común que tan bien entienden los desarrolladores independientes, a la ciencia-ficción que nos traslada a los límites del universo y a lo más recóndito de nuestra mente en busca de respuestas.
¿Cuántas veces estrenas un nuevo título sin saber absolutamente nada de él? Esta vez he corrido esa suerte y quisiera que vosotros también, poder convenceros con pocas palabras de que corráis a probarlo. Hay por delante un análisis que exponer, pero si esto fuera una escueta recomendación hacia mi grupo de amistades, les pediría que saquen tiempo de donde sea para esta pequeña obra de autor: The Swapper es el último videojuego que ha hecho explotar mi cabeza en mil pedazos.
Si no formas parte de mi círculo cercano y necesitas algo más que mi recomendación para convencerte, no te preocupes porque a continuación no voy a destripar nada demasiado importante, aunque no me queda más remedio que sacrificar algún que otro rompecabezas para enseñar su mecánica.

Los recursos de una Tierra exhausta tocan a su fin, la explotación de planetas cercanos es necesaria para enviar suministros a casa. Aterrizas en un mundo remoto donde ya se han iniciado tareas de extracción, la gran instalación minera es prueba de ello. Sin embargo, el complejo parece abandonado, no hay señales de vida. Con el propósito de averiguar qué ha ocurrido y saquear cualquier material de valor que puedas encontrar, muy pronto descubres un curioso dispositivo del que te adueñas, claro.
Todo gira en torno a este artilugio con la increíble capacidad de clonarte a ti mismo y, por si esto no fuera suficiente, la posibilidad de trasladar tu consciencia a uno de esos clones. Hay restricciones que aprendes durante la partida, pero básicamente esta Swap Gun permite crear cuatro clones de ti mismo en cualquier punto accesible del escenario. Los clones, aun siendo materializados en distintos lugares y alturas, repetirán exactamente los mismos movimientos del humano original, del ser consciente (o sea, tú) que les otorga la vida: si das un paso a la izquierda, todos darán un paso a la izquierda.

El primer puzle serio al que me enfrenté fue toda una lección de diseño, no hicieron falta palabras, sólo prestar atención. Tras examinar el entorno, un engranaje móvil me dio la pista necesaria para iniciar mi adiestramiento, enfocar mi forma de pensar al modo en que funciona The Swapper; recordad que empecé a jugar sin tener ni idea de a qué me enfrentaba. Me percaté que al mantener pulsado el botón derecho del ratón para generar clones, el engranaje giratorio (era parte del decorado en el que me encontraba) reducía drásticamente su velocidad de rotación. ¡Eureka! Ralentizar el tiempo permite resolver situaciones complejas mediante maniobras inverosímiles.
El mejor consejo que os puedo dar es el siguiente: intentad aprender algo nuevo con cada problema que resolváis y no olvidéis sus enseñanzas. Llegado el momento, necesitaréis tener la mente muy despejada para resolver alguno de los últimos rompecabezas, y sólo lo conseguiréis si ponéis en práctica todas las habilidades y aprovecháis también, atentos a esto, las propias restricciones de su mecánica: de verdad, lo llegaréis a comprender.
Mientras iba creando múltiples clones y saltando de un cuerpo a otro, reparé en un hecho altamente perturbador: cuando tocas a un clon (ésta es una de las restricciones a las que hacía alusión) o cae desde cierta altura, éste es reclamado y su cuerpo se desmaterializa ante ti. Ese ser exacto que replica todos tus movimientos y que en algún momento ha sido también el contenedor de tu consciencia (o alma), desaparece delante de tus ojos, deja de existir. ¿Muere? ¿Estuvo vivo?
A medida que pasaban las horas, una parte de mí sentía remordimientos por las implicaciones que conlleva el uso de la Swap Gun. Implicaciones, por cierto, muy bien reflejadas en la trama. Esta pistola clonadora no es un simple objeto con el que plantear retos divertidos, hay un trasfondo real, jugabilidad e historia son uno.

Toda mi infancia soñé despierto con tecnologías como el teletransporte y sus posibles consecuencias fatales. Me preguntaba aterrado si la persona materializada al otro lado seguiría siendo yo o una copia de mí, y en tal caso, ¿yo desaparecería? The Swapper reavivó mi interminable dilema, ¿cuántas veces he trasladado mi consciencia a otro ser durante la primera hora de juego? ¿soy acaso el clon, de un clon, de un clon, de un clon…? ¿sigo siendo realmente yo? Es decir, ¿sigue mi personaje siendo el mismo que al principio o controlo a una persona distinta?
Esto es lo que hace a The Swapper una experiencia más redonda: su historia es un enigma cargado de posibilidades e interpretaciones. Ciencia-ficción de la que plantea paradojas, te hace dudar de todo, dudar de si eres, dudar de la certeza del estar, dudar del ahora… Vacíos que nos acompañan desde que el hombre es hombre, cuestiones filosóficas, metafísicas y morales, tratadas de forma tan magistral que no te las podrás sacar de la cabeza.
Por la brillantez de sus puzles junto a una mecánica de juego único, y el debate filosófico/moral de la inmersiva historia escrita por Tom Jubert (Penumbra, FTL, The Talos Principle…), es inevitable que el jugador no se implique de forma personal, participando activamente con sus conclusiones. El juego nunca te dirige hacia un pensamiento único y acertado entre la elección de las ideas científicas (materialistas) o metafísicas que plantea, eres libre de escoger unas u otras. Seguro que al acabar querrás leer otras opiniones, compartir las tuyas y, aunque aquí no desvelaré cuál fue mi decisión final (existen dos finales), preguntar a tus amistades por su desenlace. No puedes terminarlo y desconectar.

The Swapper podría confundirse fácilmente con un juego de plataformas o aventura, pero es un meticuloso rompecabezas que ha exprimido cada una de mis neuronas. Mi mente ha trabajado a niveles que desconocía, descifrando acertijos que verdaderamente consideraba imposibles a simple vista. Me ha hecho sentir orgulloso de mí mismo, no podía contener mis reacciones: levantaba los brazos en señal de victoria con mis progresos una y otra vez, como un niño.
No es un juego largo, mi partida ha debido durar unas seis o siete horas en total, pero sé que la mayoría de jugadores van a tener problemas para avanzar sin consultar la solución, o directamente abandonen desesperados. Es un tipo de puzle al que no estaba acostumbrado, soy un jugador de Tetris y Lumines, se me ha hecho muy difícil, pero no ha sido injusto, siempre ha imperado la lógica.
The Swapper forma parte de una categoría superior, más allá de los juegos imprescindibles, éste es inolvidable. Si buscáis nuevas propuestas inteligentes y originales, no os podéis perder ésta. Sería una torpeza no dedicar a su banda sonora una palabras finales, la misma que me acompañó durante todo el tiempo que me llevó escribir esta opinión. En lugar de recurrir a la Wikipedia, voy a reconocer que no sé quién es el autor. Lo averiguaré en otro momento, ahora sólo quiero despedirme y que hable su música, porque pistas como Recreation y Metaphysics, a mí me dejan sin palabras.
Hasta pronto.